
Monky, el peluche viajero.
No sé muy bien cómo llegué a Santiago.
Dicen que hay quien camina semanas, meses…
y otros, años enteros dentro de su cabeza.
Yo llegué en una mochila, entre una botella de agua y una manzana medio mordida.
Santiago huele a piedra mojada y a pasos antiguos.
A esfuerzo acumulado.
A deseos que pesan más que los pies.
Vi personas abrazar una columna como si abrazaran algo más.
Vi lágrimas que no sabían si venían de la alegría o del cansancio.
Vi mochilas cargadas de objetos inútiles…
y otras que solo llevaban silencio.
Yo no tengo pies, pero siento que también camino.
Me quedé quieto un buen rato. Muy quieto.
Y entendí que, a veces, llegar a un lugar es solo una forma delicada de seguir buscando.
¿Has llegado alguna vez a un sitio que solo era el comienzo de otra cosa?
—Monky
En el próximo capítulo: una ciudad junto al mar, un faro, y una conversación con una gaviota que no callaba nunca.
